jueves, 4 de febrero de 2016

EL BOSQUE HABITADO: LAS ENTRELÍNEAS DE LA NATURALEZA

Otro de los encargos que nuestros profesores nos han encomendado es el de escuchar y redactar una especie de reseña-resumen del programa de Radio3 "El Bosque Habitado", más concretamente del capítulo de "Las entrelíneas de la Naturaleza". 
Al comenzar el programa, la presentadora nos introduce en el mundo del bosque habitado. Para ello, nos explica como se dispone la vida, sus habitantes, y nos avanza que en este episodio vamos a estar acompañados de la música de un grupo conocido como El Bosco.
En este programa, el hilo argumental, a veces un poco difuso, nos conduce poco a poco hacia la idea central: las maneras de ver el mundo. Para ello, nos presentan a un guía forestal del parque de Doñana, que también es el maestro de rastreadores. Es por esta razón que está acostumbrado a ver cosas que la gente más cosmopolita no podríamos ver ni aunque nos las señalaran con el dedo.
Mientras suena de fondo la música naturalista y experimental del grupo "invitado", los colaboradores citan frases y declaraciones de diferentes personalidades, algunas desconocidas, otras grandilocuentes. Incluso, algo que me impactó notablemente, la emisión de un fragmento del sonido de una película en la que el protagonista, un anciano muy acostumbrado a vivir solo, defendía frente a las burlas de sus compañeros de viaje que el fuego era gente. Gente enfadada, fuerte. El agua para él era gente, más calmada, pero que, al igual que el viento, cuando se enfadaban podían causar mucho mal. Esta escena, lejos de producirme gracia, me hizo plantearme seriamente lo que decía el abuelo.
Todo depende del modo en que se ve, y no solo eso, sino del modo en el que se interpreta.
Por esta razón, mientras el rastreador cuenta anécdotas y vivencias, destacaría una que trasciende del espíritu de la vista. Cuenta que durante una expedición por el parque, aún montados en el todoterreno que hace las veces de transporte, empezó a oler el rastro de la gibeta ibérica. Pero como él sabía perfectamente que eso no era posible, le dijo a uno de sus alumnos que le dijera qué estaba haciendo, ya que él no podía perder de vista la carretera. Resulta que para el rastreador, el lomo embuchado y el excremento de este animal huelen exactamente igual. Tras esta vivencia, el rastreador apostilla que la supremacía de la vista sobre los otros sentidos sólo es fruto del azar, ya que, por ejemplo, los aborígenes que habitaron en Australia podrían asegurarte que el sentido más fundamental es el olfato.
El podcast acaba con el rastreador recomendándonos e invitándonos a la experiencia extrasensorial que, al menos él defiende que es así, es perderse en el bosque, siguiendo rastros, buscando animales y, sobretodo, ampliando los sentidos, ya que es la única manera de comprender de un modo más diverso y fiel el mundo que nos rodea.

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